Artículos publicados en el boletín "ESTELA", Nº 97 y 98 (septiembre-octubre y noviembre-diciembre 2001).
Rogamos se cite su procedencia en caso de reproducirlo total o parcialmente.
Rafael Ortega Prieto
1ª Parte (¿Y tú, de qué signo eres?) »
2ª Parte. La batalla de Etiopía y la escena de caza »
No se sabe cuándo y dónde fue concebido el primer sistema de constelaciones (bueno, a lo mejor sí se sabe, pero yo no lo sé). Textos cuneiformes y artefactos procedentes de la civilización del valle del Éufrates sugieren que el león, el toro y el escorpión estaban ya asociados a constelaciones en el año 4000 antes de Cristo.
Como vemos esto de las constelaciones no es nuevo, de hecho los antiguos ya reconocían como tales más de la mitad de las constelaciones que aparecen en nuestros cielos (cuando no está nublado y las luces de las poblaciones nos lo permiten). En la literatura griega aparecen constantes referencias tanto a los nombres de constelaciones (hemos de tener en cuenta que éstas representaban a sus héroes y leyendas mas famosos) como a los asterismos (agrupaciones de estrellas a las que se asocia una determinada forma y que incluso en la actualidad perduran) .Un claro ejemplo de ello es la poesía de Homero, en el siglo IX quien, en su “Iliada”, menciona al gigante Orión asociándolo con uno de los canes.
Durante el siglo V antes de Cristo, en babilonia se dan cuenta de que el sol y los planetas (los astros errantes) siguen siempre el mismo camino en su paso a través del cielo, la Eclíptica. Los babilonios denominaron a esta zona zodíaco (porque daba la casualidad de que las constelaciones con nombres de animales que antes mencionamos estaban en esa zona) y la dividieron en doce partes.
Durante el siglo II de nuestra era, el astrónomo egipcio Ptolomeo, en una muestra de paciencia, dedicación... y quizá algo de tortícolis, catalogó información sobre 1022 estrellas, agrupadas en 48 constelaciones. Algunos podrían decir que Ptolomeo debía tener muy mala vista, puesto que en cielo hay unas 6000 estrellas que se ven a simple vista, sin embargo hemos de tener en cuenta que su catálogo incluía sólo las estrellas visibles desde la latitud de Alejandría, donde vivió y escribió este científico.
El Almagesto, la obra principal de Ptolomeo, constituyó la última palabra sobre las constelaciones ya que a partir de esa época los descubrimientos en la esfera celeste primero no fueron tenidos en cuenta (la importancia de la tradición y de los ancestros) y después fueron tenidos demasiado en cuenta (la importancia de la hoguera).
Esta situación continuó así hasta que llegó la era de la navegación y de los grandes descubrimientos, alrededor del siglo XVI, en que los navegantes necesitaron un sistema de referencia que les sirviera para viajar sin necesidad de ver tierra y con gran precisión (no, todavía no se había inventado el GPS). Además, el avance por estas tierras permitió observar otras constelaciones en latitudes más meridionales. El primer atlas de estrellas, publicado por Johann Bayer en 1603, incluía 12 constelaciones nuevas visibles desde el hemisferio Sur.
Bonita estampa de Tauro en el atlas de estrellas de Bayer.
En 1624 el astrónomo alemán Jacob Bartsch añadió tres constelaciones nuevas a los espacios existentes entre las constelaciones nombradas con anterioridad. Bartsch alistó asimismo como constelación separada la agrupación que conocemos como Crux, Cruz del Sur, cuyas cuatro estrellas principales habían sido incluidas por Ptolomeo en la constelación de Centauro. Aquí tenemos un caso en el que se pretendió quitarle carácter pagano al cielo (lleno de héroes y dioses antiguos). Otro intento fue el de asignar a las constelaciones zodiacales los nombres de los doce apóstoles, pero éstos resultaban muy aburridos y la idea no fraguó (creo que tiene más futuro la constelación de Supermán, que el año pasado nos propuso un niño de Torrelavega).
A finales del siglo XVI, Tycho Brahe (famoso por su nariz de oro y sus duelos a espada) elevó a la categoría de constelación el asterismo Coma Berenices (Cabellera de Berenice) que para los antiguos formaba parte de Leo o Virgo (curioso, dos constelaciones con melena).
A medida que se fue colonizando y estudiando el cielo cada vez desde más al Sur, se fueron añadiendo al grupo más constelaciones. Así, en 1687 el astrónomo alemán Johannes Hevelius incluyó siete constelaciones más, visibles desde las latitudes septentrionales medias y Nicolas Louis de La Caille, desde Cabo de Buena Esperanza (antes Cabo de las Tormentas) en 1750 hizo el descubrimiento de 14 constelaciones meridionales adicionales, completando así la descripción de toda la esfera celeste.
Por otro lado está el cambio de nombre de algunas constelaciones antiguas siendo la más famosa la omisión de la constelación mayor de Ptolomeo, Argo Navis (el barco de los argonautas), y su sustitución por tres constelaciones que representan la quilla (Carina) , la popa (Puppis) y las velas (Vela) del bajel en cuestión, además de la brújula (Pyxis) inventada por La Caille.
La lista que utilizamos en la actualidad es la adoptada por la Unión Astronómica Internacional en 1928 para unificar criterios y evitar confusiones. Lo primero que se hizo fue definir el término constelación: cada una de las 88 regiones en las cuales fue dividido el firmamento entero; cada área del firmamento pertenece a una y sólo una de estas regiones. Este sistema de división se asemeja a las fronteras de los países aquí, en nuestro planeta.
Después se procedió a delimitar con precisión estas regiones. Lo que se hizo fue seguir las líneas de las constelaciones de tal forma que las nuevas regiones estuvieran en consonancia con las antiguas constelaciones. Aún así, unas pocas estrellas que inicialmente se pensó que formaban parte de una constelación acabaron en otra nueva: por ejemplo, una de las cuatro estrellas del cuadrado de Pegasus pertenece ahora de modo oficial a Andrómeda (aunque claro, Andrómeda la percibimos como una de las patas del Pegaso así que todo queda en casa). En conjunto, la división de la UAI aportó una gran simplificación y una herramienta eficaz para el posicionamiento y localización de cualquier objeto en el espacio.
Las líneas que dividen las constelaciones fueron trazadas siguiendo las líneas de ascensión recta y declinación de las constelaciones originarias correspondientes al año 1875,0. (Los astrónomos usan decimales para indicar partes del año; 1875,0 implica el principio del año 1875.) Pero debido a la precesión (el corrimiento de la dirección del eje de la Tierra entre las estrellas), las líneas entre constelaciones también han experimentado un ligero desplazamiento, como podemos observar en cartas celestes actuales, en las cuales las constelaciones ya no están alineadas perfectamente con las regiones correspondientes.
La precesión ha hecho cambiar asimismo las fechas en que el Sol parece recorrer cada una de las constelaciones del zodíaco, por lo cual el Sol no está situado en el signo que viene en los horóscopos de los periódicos (en los demás horóscopos, tampoco). En realidad, el Sol realiza el recorrido de 13 constelaciones, no de 12, en el curso de un año. Además, hay otras muchas constelaciones que están totalmente o en parte incluidas en el zodíaco (si por zodíaco se entiende la región comprendida dentro de los 8o de la eclíptica: la banda en la cual encontramos viajando a los ocho primeros planetas), como es el caso de Ofiuco, que está pisando al escorpión.
Y después de la Historia pasemos a las historias, relatos asociados a las distintas constelaciones y que además de hacer más amena la observación nos suelen servir como referencia para poder encontrarlas en el cielo.
Dedicaremos el primer capítulo de la presente serie (me encantan las series, tendría que dedicarme a guionista de culebrones) a las que son sin duda las constelaciones más famosas: las constelaciones del zodíaco tradicional, alistadas en el orden en que aparecen en el cielo: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis.
Representa el carnero alado que Zeus envió para salvar los hermanos Frixo y Helle de las garras de su malvada madrastra. Como compensación Frixo sacrificó al pobre animal en honor a Zeus. Sin embargo aquí no acaba la historia, porque la piel de este carnero se convirtió en el famoso vellocino de oro, buscado por Jason y los Argonautas para demostrar que éste era el legítimo rey de Tesalia (en realidad era un truco para quitarlo de en medio, pero eso es otra historia).
Zeus se disfrazó de toro de color blanco nieve para de este modo atraer a Europa, princesa de Fenicia. Atraída hacia el animal por su belleza, Europa montó en su lomo. Luego Zeus nadó con su pasajera hasta Creta, en donde le reveló su identidad y obtuvo sus favores (obviaremos el tipo de favores que obtuvo el dios). Otra leyenda asociada es la del robo de una vaca por parte de Orión, con tan mala suerte que el bóvido en cuestión era propiedad de Atenea (y no hay nada peor que tener a un dios por enemigo).
Representación medieval de Leo (hacia 1490)
Asociados a esta constelación están dos grupitos de estrellas:
Las Pléyades, que representan a siete hermanas que fueron (cómo no) seducidas por Zeus. Se habla de siete hermanas pero a simple vista sólo se ven seis estrellas. Se dice que la séptima corresponde a Merope, la única de las hermanas que no se casó con un ser inmortal.
Las Híades representan a las hijas de Atlas, el titán que sujeta la bola del mundo como castigo por haber luchado contra los dioses. También representan a las niñeras de Dionisos, el dios del vino.
Se trata de dos gemelos de que no eran totalmente hermanos pero que se llevaban muy bien. En la mitología griega eran hijos de Leda, la esposa de Tíndaro, rey de Esparta. Aunque ambos nacieron a la vez, Cástor era hijo de Tíndaro mientras que Pólux (Polydeuces en griego) era hijo de Zeus, quien le habría otorgado inmortalidad (para que luego hablemos de inseminación artificial). Ambos gemelos se embarcaron en la nave de Jasón corriendo un montón de peripecias y convirtiéndose en unos afamados héroes. Desgraciadamente, durante una pelea, se dice que por un lío de faldas (o de peplos), Castor murió. Después de esto, Pólux quedó abrumado de dolor y quiso compartir su inmortalidad con su hermano. Al final Zeus los reunió situándolos juntos en el firmamento.
Imagen en negativo de Gemini (foto del autor).
Cuando Hércules luchaba con la Hydra, Hera (la esposa de Zeus, que veía en el bueno de Hércules el fruto del engaño de su esposo y que no tenía otra manía que intentar cargarse a este famoso héroe) envió a este cangrejo para que lo atacara. El bicho no tuvo éxito en su misión (quedó literalmente aplastado por la situación). Pero Hera recompensó al cangrejo colocándolo entre las estrellas (y es que no hay nada como que te machaque un héroe griego para hacerte famoso).
La piel gruesa y dura del león de Nemea , el más fiero del mundo, se convirtió en el distintivo de Hércules (Heracles, en griego), cuando se la quitó al animal después de estrangularlo, con lo que tenía la prueba de haber completado con éxito su primer trabajo (uno de los doce que tuvo que hacer a modo de penitencia por cargarse a sus hijos en un acto de enajenación mental transitoria -del que hablaremos en el próximo artículo-).
Esta constelación ha sido identificada como diversas heroínas en varias civilizaciones distintas. Así ha sido diosa de la fortuna, diosa de la caza, diosa de la fertilidad... e incluso ha representado a Urania, la musa de la astronomía. Sin embargo la más popular es la asociación de esta constelación con Ceres, diosa de las cosechas, lo que se complementa con que el nombre de su estrella principal haya quedado como Spica, que significa espiga de trigo o maíz.
Esta constelación fue probablemente inventada cuando se estableció el zodíaco. Los nombres árabes de las dos estrellas más brillantes de Libra (Zubenelgenubi y Zubeneschamali) significan garra meridional y garra septentrional, lo cual confirma que en un tiempo Libra fue parte de Scorpius. La constelación fue asociada más tarde con la balanza sostenida por Astrea, diosa de la justicia.
Apolo debía ocuparse de preservar la virginidad de su hermana Artemisa. Así que envió al escorpión a que matara a Orión cuando se enteró que éste quería obtener de aquélla el mismo tipo de favores que Zeus obtuvo de Europa y que no vamos a detallar. En otras versiones es Artemisa la que no soporta tanto acoso y envía al escorpión contra Orión. Este y Escorpio fueron colocados en el firmamento tan separados como fue posible, al objeto de evitar que se produjeran alteraciones entre ellos, aunque Scorpius todavía persigue a Orión alrededor de la esfera celeste. (La historia continúa, pero lo dejaremos para poder contar algo de Orión cuando nos toque hablar de esta constelación).
Esta constelación ha sido asociada al Centauro, Quirón, afamado por su buena puntería y por sus conocimientos de medicina y música (tengamos en cuenta que fue criado por las musas). Quirón está asociado a la constelación Sagitario porque la identificó en el firmamento para guiar a los Argonautas en su viaje hasta Tesalia (de hecho Quirón tiene su propia constelación, como veremos en el próximo Capítulo.)
También estaba asociado en la antigua Mesopotamia con el dios de la guerra, Nergal. Aquí vemos como en la Antigüedad europea sucedió lo mismo que con las civilizaciones precolombinas. La vista de jinetes a caballo produjo la consideración de éstos como dioses, lo que en un caso supuso la ascensión del centauro a la categoría de constelación y en el otro facilitó la conquista de América.
Esta constelación está asociada con el dios Pan, mitad hombre mitad cabra, amigo de las juergas y el buen humor. La curiosa forma con que aparece en el firmamento tiene su explicación: Durante la guerra con los titanes (los titanes eran los dioses antiguos, hijos de Gea y Urano y que fueron expulsados por la nueva generación, los dioses olímpicos, con Zeus a la cabeza) Pan se encargó de dar la alarma cuando los Titanes intentaron un ataque por sorpresa (de aquí viene el término pánico). Los dioses jóvenes, como contramedida, se disfrazaron de animales para así coger desprevenidos a los titanes. La escena que representa la constelación es la de Pan trasformándose en pez, pero como tiene que dar la alarma es el último en transformarse y con las prisas falla en el intento, por lo que queda en esta extraña combinación, mitad cabra, mitad pez.
Representa a Ganímedes, el sirviente de los dioses que se encarga de mezclar el agua y el néctar para luego servírselo. Ganímedes era el hijo del primer rey de Troya, que según unas versiones fue secuestrado por Eos (la diosa del amanecer) y luego resecuestrado por Zeus y según otras fue directamente Zeus el que se encaprichó del muchacho y, transformado en águila, lo raptó.
Por otro lado en el antiguo Egipto representaba al dios del Nilo vertiendo sus aguas sobre el río para regar sus tierras.
Última de las constelaciones que revisaremos en este artículo. Representan a Afrodita y su hijo Heros ocultándose de Tifón, uno de los titanes, transformándose en peces y escondiéndose en el río Eufrates. Posteriormente Zeus, con sus rayos, acabaría confinando a este titán al interior del Etna (por eso este volcán sigue haciendo de las suyas)
Dejo historias y anécdotas en el tintero puesto que el espacio es limitado y muchas historias suponen leves variaciones de las ya contadas pero antes de terminar quiero dejar abierta una leve reflexión. Es interesante la semejanza entre los nombres y la temática otorgados a las constelaciones por civilizaciones separadas por grandes distancias. Quizá en último término pueda encontrarse una tradición común para dar nombre a unos cuantos grupos de estrellas. No obstante, en la mayor parte de los casos las constelaciones de distintas civilizaciones parecen haberse desarrollado de modo independiente unas de otras.
En próximos artículos nos dedicaremos al resto de la familia astronómica, añadiendo historias relacionadas con las constelaciones de Ptolomeo (verdaderos dramones donde nos encontramos los mismos argumentos que en las películas de Hollywood pero en griego) y de las constelaciones inventadas con posterioridad (que resultan más aburridas, pero se dice que todos tenemos nuestros cinco minutos de gloria ¿no?)
En esta nueva entrega de "Las estrellas en sus casas... por la noche" conoceremos las aventuras y desventuras de los personajes asociados con las constelaciones Tolomeicas.
Claudio Ptolomeo (Tolomeo para los amigos) era un egipcio nacido aproximadamente en año 87 de nuestra era y afincado en Alejandría que dedicaba sus ratos libres a escribir libros de Geografía (de hecho introdujo la costumbre de poner el Norte en la parte de arriba de los mapas) pero el tenía miras más altas. De este modo se le ocurrió, dados los problemas de coordinación entre los distintos observatorios del mundo mundial, publicar un libro titulado URANOMETRÍA 100®. Desgraciadamente la editorial no le aceptó la idea por la escasa extensión del libro (el original no superaba los doscientos rollos de papiro, cartas incluidas) y ciertos problemas relacionados con no sé qué problemas de patente. Como compensación le ofrecieron escribir la "Gran Enciclopedia de La Astronomía Matemática Clásica", un compendio de trece tomos en el que se incluye: teoría geocéntrica y los fundamentos de la trigonometría esférica (dos primeros volúmenes), movimiento del Sol y medición del tiempo (tercero), movimiento de la Luna (otros dos tomos), Eclipses (sexto y séptimo tomo), estrellas fijas (dos volúmenes), y movimientos de los planetas (en el que tiene que invertir para explicar los movimientos de éstos y conseguir que todo encaje, los cinco tomos restantes).
Con el incendio de la Biblioteca de Alejandría (en alguna de sus versiones) el ejemplar original se convirtió en humo. Afortunadamente los árabes habían hecho una fotocopia del mismo y gracias a sus traducciones ha llegado a nuestras manos con el nombre de Almagesto. Gracias a estas traducciones también llegó la obra "Geografía" a manos de los "entendidos" de la Edad Media, que utilizaron este texto como base fundamental para afirmar que la Tierra es el centro del Universo (y el que diga lo contrario es totalmente libre de ir y expresar sus opiniones... ante el Santo Oficio).
A continuación procederemos a la explicación de las distintas leyendas, que para facilitar su localización vamos a repartir en diversas escenas celestes.
Esta entrañable escena familiar, véase imagen, representa en el cielo uno de los dramas más importante de la mitología griega, una historia de poder, belleza, envidia... y los viñedos de Etiopía como tema de fondo.
Perseo, hijo de Dánae y Zeus. Estamos ante un nuevo caso de inseminación artificial que se realizó por medio de una lluvia dorada enviada por el dios mientras la mujer estaba encerrada en una torre, precisamente para evitar que tuviera descendencia que pudiera destronar a su abuelo Acrisio, rey de Argos, que había recibido un oráculo en este sentido (esta historia es bastante repetitiva en los relatos griegos, creo que ese oráculo tenía verdadera manía a los descendientes de la nobleza).
Una vez nacido el niño, Acrisio, enfadado (no es por nada pero hay personas a las que les sienta fatal convertirse en abuelos), cogió a ambos y los tiró al mar metidos en una caja. Afortunadamente la caja llegó flotando al reino de Seriphos con su carga sana y salva. Al cabo de unos años Polydectes, el monarca de este reino se encaprichó de Dánae y quiso hacerla su esposa a la fuerza (está claro que las desgracias nunca vienen solas).
Perseo, ya con unos añitos, intentó ayudar a su madre, y el rey Polydectes, al ver que iba a ser un estorbo para sus planes, lo mandó a realizar una misión que él consideraba imposible, traerle la cabeza de Medusa. Con lo que no contaba el rey era con la familia del muchacho. Así que Perseo se encontró con todo un arsenal facilitado por sus hermanastros (ríndete 007):
Atenea le prestó un escudo perfectamente pulimentado (método Josep Costas) y le explicó que no debía mirar nunca directamente a la medusa, puesto que inmediatamente se convertiría en piedra (Perseo, no la Medusa).
Hermes le dejó unas zapatillas con alas, que le permitirían llegar rápidamente a la isla donde vivía el susodicho bichejo; el casco de Averno, que le permitiría evitar a las otras gorgonas (las hermanas de Medusa) haciéndose invisible; y el kibisis, una bolsa impermeable y muy resistente destinada a contener la cabeza de Medusa una vez cortada, puesto que la maldición de volverse piedra seguiría funcionando. Finalmente le fabricó una espada capaz de cortar el cuello del monstruo de un solo golpe.
Pertrechado de este modo, Perseo se dirigió a las tierras del Hiperbóreas donde encontró a la bestia durmiendo (realmente no fue tan fácil pero voy a reducir un poco la historia) y le seccionó limpiamente la cabeza, de donde salieron Pegaso y su hermano Chrysaor, el Caballito.
Estos dos caballos son otro caso reproducción asistida por dios, en este caso Poseidón. Al parecer Medusa era una bella sacerdotisa de la que se encaprichó el dios del mar y que obtuvo sus favores (ya estamos con los favorcitos...), disfrazado de semental, dentro del templo de Atenea. La diosa, ante tamaña desvergüenza, y no pudiendo tocar a su tío Poseidón, se conformó convirtiendo en el bicho que todos conocemos a la infeliz de Medusa, que a su vez tampoco pudo dar a luz a sus hijos, que quedaron encerrados hasta que a su madre la cortaron la cabeza.
Pero volvamos a la historia, mientras Perseo regresaba a lomos de Pegaso con su trofeo en el saco conoció a la que sería su futura esposa, Andrómeda:
Hija de Casiopea y Cefeo (reyes de Etiopía), la niña resultó ser una auténtica monada y como a su madre le encantaba presumir de hija mientras enseñaba las fotos a sus amigos se le ocurrió decir que la muchacha era más hermosa incluso que las nereidas, hijas de Poseidón. Esto no sentó muy bien a estas ninfas (la verdad es que los dioses son muy picajosos) que pidieron a su padre una satisfacción y Poseidón, que siempre respondía a los caprichos de sus nenes mandó al monstruo Cetus (la Ballena).
Este monstruo marino era por decirlo de alguna manera la "madre de todos los monstruos". Esta afirmación no resulta gratuita porque entre su descendencia destacan el can Cerbero (El perro guardián de tres cabezas que vigilaba las puertas del infierno); el dragón guardián del jardín de Hespérides; las gorgonas (hermanas inmortales con el poder de convertir en piedra todo lo que miraban y a las que se les unió posteriormente Medusa); Equidna, madre a su vez de la Quimera (ser con cuerpo de león y tres cabezas, de león, dragón y serpiente), la Hidra (de la que hablaremos más adelante) y otros muchos seres mitológicos con mala prensa.
Pues bien, Cetus comenzó a realizar su trabajo meticulosamente, sembrando el terror en el puerto de Philistea (El otro nombre que se le da a Etiopía en la leyenda) y provocando innumerables muertes y daños materiales (a ver quien se atrevía a meter su barco en un puerto tan "seguro"). Para solucionar el problema Cefeo quiso dirigirse a la ONU, pero al no existir este organismo internacional, tuvo que conformarse con ir a consultar al oráculo. Este sistema de comunicación directa con los dioses le comentó que sólo tenía dos opciones, o destruir al monstruo o sacrificar a la causa de todo el embrollo, su hija (ya estamos con la manía de cargarnos a la descendencia). Una vez sopesado su poderío militar y el poder destructor de Cetus, se decidió por la segunda opción, que además le resultaba más económica (sólo tendría que encadenar a Andrómeda a una piedra y esperar a que Cetus diera cuenta del aperitivo).
Y en este momento de la historia es cuando se cruzan las dos historias. Perseo pasaba por la zona a lomos de Pegaso justo en el momento en que la princesa era encadenada a la roca e inmediatamente quedó prendado de su belleza (parece ser que también se produjo el flechazo en dirección contraria). Una vez enterado de la situación inmediatamente se ofreció voluntario para acabar con el Monstruo siempre que después le concedieran la mano de Andrómeda. Cefeo, viendo que lo peor que podía pasarle era ganar un yerno héroe legendario, aceptó la proposición, aunque dejó encadenada a su hija por si las moscas.
Entonces, a lomos del caballo alado, Perseo se dirigió a la costa, donde estaba el monstruo marino. Este no se dio cuenta de que lo estaban atacando por el aire, por lo que se puso a dar embestidas a la sombra del jinete que se proyectaba en el agua. Aprovechando la coyuntura, Perseo tomó la cabeza de la Medusa (que seguía en el saco) y se la mostró a Cetus, cuya cabeza inmediatamente se convirtió en piedra. Aprovechando entonces que todavía disponía de la espada forjada por Hermes, cortó el cuello de la bestia, con lo cual se acabó el problema.
Mas tarde Perseo se casaría con Andrómeda y accedería al trono de Argos para desgracia de Acrisio (la profecía se cumplió y el viejo rey no sólo perdió el trono a manos de su descendiente sino que murió en una especie de juegos olímpicos, cuando fue golpeado en la cabeza accidentalmente -supuestamente guiado por los dioses- por un disco lanzado, curiosamente, por Perseo).
Para finalizar añadiremos una constelación Ptolomeica que no tiene nada que ver pero que queda justo en medio de la escena, el Triángulo. La verdad es que, tras "arduas investigaciones" no he podido encontrar grandes dramones relacionadas con este asterismo (los polígonos en general lo tienen bastante difícil para realizar actos heroicos), sin embargo sí existen dos historias interesantes.
Por un lado tendríamos que el triángulo rectángulo representa una señal que puso Apolo para señalar al carnero (Aries).
Por otro en la tradición romana el Triángulo es la imagen en el cielo de la isla de Sicilia, que fue entregada como dote a la diosa Ceres por parte de Plutón cuando este secuestró (otro caprichito más) a su hija Proserpina para hacerla su esposa. Ceres se deprimió muchísimo (por perder a su hija, no por recibir una isla como dote), y como era la diosa de la Naturaleza se produjo sobre la Tierra un invierno eterno (¿una glaciación?).
Al final Ceres, Plutón y Proserpina llegaron a un acuerdo por el cual la diosa pasaría la mitad del año con su madre y la otra mitad con su marido, lo que explica las estaciones del año puesto que la suegra, cada vez que su hija se va con el yerno cae en una depresión que dura hasta la primavera, momento en el que Proserpina dice ¡no te aguanto, me voy a casa de mi madre!, y Plutón se queda de rodríguez hasta el otoño.
En realidad esta estampa está representada por dos agrupaciones de constelaciones situadas en lados opuestos del firmamento, pero íntimamente relacionadas por la mitología. Del protagonista de esta historia ya hablamos en el anterior artículo, Orión. Pero empecemos por el principio:
Orión era hijo de Ireo, un pobre pastor viudo y sin hijos (¿?). Al parecer, en una de sus múltiples correrías por la superficie terrestre Zeus, Poseidón y Hermes, disfrazados como viajeros, pasaron por la cabaña de Ireo. Este, dada la tradición hospitalaria de Grecia, les ofreció lo poco que tenía y sacrificó su único animal, un buey, para dar un banquete a sus invitados (sin olvidar utilizar las vísceras como ofrenda a los dioses, que si no se cabrean). Ante esta demostración de hospitalidad los tres dioses decidieron concederle un deseo y éste les pidió un hijo. Ante tal petición los tres hermanos tomaron la piel del buey sacrificado y con ella crearon a Orión.
El muchacho, una vez crecido, se convirtió en un excelente cazador y entabló amistad (y algo más) con la diosa Artemisa. Después de esto llegó la historia que ya conocemos, en la que el Escorpión picó al cazador y lo dejó al borde de la muerte. Afortunadamente allí estaba Ofiuco:
Ofiuco (Asclepios en la mitología griega) nació como fruto de una infidelidad de Coronis, la esposa de Apolo, que lo engañó con un tal Ischis mientras el dios estaba de viaje. Desgraciadamente para ella Apolo disponía de su pájaro favorito, el Cuervo, que en esa época era blanco y podía hablar (más adelante contaremos por qué se volvió negro y se puso a graznar) y que le servía de espía personal le dio el chivatazo de la infidelidad y éste, bastante enojado (como ya hemos visto con anterioridad los dioses se enojan con mucha facilidad), la mató. Posterior-mente extrajo al niño del útero de la madre y se lo entregó al Quirón (Sagitario), que le enseñó el arte de la medicina y la cirugía y aprendió a obtener medicamentos a partir de las plantas y del veneno de los ofidios.
Lo curioso del caso es que era tan bueno que Hades, el dios de los muertos, prácticamente se quedó sin trabajo y solicitó a Zeus una reforma del sistema sanitario para no perder su negocio. La medida que se tomó fue bastante drástica, el todopoderoso rey de los dioses cogió un rayo y se cargó a Asclepios. Sin embargo, dado que en realidad este hombre nunca hizo mal a nadie (más bien al contrario), Zeus se apiadó de él y lo convirtió en inmortal elevándolo a los cielos junto con la Serpiente, que representaba sus habilidades curativas.
Pero volvamos a nuestras historias, teníamos a Orión agonizando cuando llegó nuestro médico favorito y le extrajo el veneno. El cazador, al levantarse vio que el escorpión seguía al acecho y, mientras Asclepios sujetaba al escorpión con su pie, él salió huyendo despavorido y se tiró al mar, esperando que el arácnido no supiera nadar.
Apolo se enteró de este hecho y rápidamente maquinó un nuevo castigo. Le mostró a Artemisa la mancha que formaba Orión en el agua, y sin decirle quién era le retó a que no era capaz de impactarla con sus flechas. Por supuesto la diosa de la caza aceptó inmediatamente y de un certero disparo atravesó a Orión. Cuando se dio cuenta de su error la diosa solicitó que se salvara a aquel hombre y así se le subió a los cielos. Sin embargo como recordatorio se elevó también al escorpión de manera que Orión sigue huyendo indefinidamente, puesto que cuando uno sale por el horizonte, el otro se ha puesto. Ofiuco también sigue ahí, sujetando con su pie al animal, e incluso Sagitario (el centauro) está pendiente de la escena, apuntando con sus flechas al corazón del escorpión (la estrella Antares) por si éste se intenta revolver.
Pero como dijimos la estampa de Orión se divide en dos escenas. La segunda es la que muestra al cazador, precisamente frente a Tauro que en este caso representa al buey del que nació (otra leyenda explica la escena como la caza por parte de Orión una de las vacas del rebaño de Atenea, lógicamente con consecuencias funestas), acompañado por dos perros de caza -Can Mayor y Can Menor- y persiguiendo una liebre -Lepus-, animal que daba suerte al cazador. Esta liebre representa el primer caso de ocupación de un nicho ecológico. Resulta que en la isla de Leros no disponían de ningún tipo de animal para practicar la caza deportiva (y no habiendo tele éste era uno de los entretenimientos más famosos en Grecia) y decidieron importar una hembra embarazada para soltarla en medio del campo y dejarla criar. El resultado fue una plaga de enormes proporciones que arrasó toda la isla (para que luego hablemos de los conejos en Australia).